9/1/10

Minibios: Charles Berbiguier, el Quijote de los duendes

Lo popularizó entre la gente de habla hispana el escritor Jesús Callejo. En su excelente libro “Enigmas literarios” le dedicó un capítulo contando detalles de su paranoica y sufrida existencia. Berbiguier publicó un solo libro en toda su vida, una autobiografía que terminó siendo el centro de atención de gente con intereses tan irreconciliables como demonólogos y psiquiatras. “Los farfadets o no todos los demonios son del otro mundo” es la obra que, a pesar de no poseer ningún valor estilístico en particular, fascinó a muchísima gente a través de los años con su detallado recuento de delirios fantásticos. Son tres volúmenes de mil cuatrocientas páginas, escritos en forma de diario personal y publicados en 1821, donde Berbiguier narra cómo fue acosado durante 20 años por los farfadets, unos pequeños duendes diabólicos a las órdenes del demonio...

Alexis Vincent Charles Berbiguier de Terre-Neuve du Thym nació en el año 1765 en la localidad de Carpentras, al sur de Francia. De posición acomodada, decidió establecerse en Aviñón cuando transitaba los treinta y tantos años de edad. Una criada suya de nombre Jeanneton la Valette lo puso en contacto con Le Mançot, una vidente especializada en tirar el tarot (otras fuentes mencionan una sesión de magia doméstica a base de naipes). Este evento habría sido el desencadenante, según su autobiografía, del infierno que lo acompañaría el resto de su vida.


Esa misma noche empezaron los ruidos debajo de su cama, una inexplicable depresión se apoderó de su espíritu y escalofríos continuos sacudieron su cuerpo. No podía verlos, pero sabía que unas criaturas demoníacas, mezcla de hadas y trasgos, eran las responsables de sus desgracias. Si se le rompía el paraguas, eran los farfadets. Si le desaparecían los lentes, eran los farfadets. Si alguna puerta se cerraba sin causa visible, eran los farfadets. Si discutía con alguien, eran los farfadets. Como las “bromas” no pasaban a mayores, tomó este acoso con cierto sentido lúdico y decidió enfrentarlos diseñando ingeniosos artilugios.


Como se reflejaban en el agua, ubicó un cubo en el alfeizar de su ventana para poder verlos volar en las noches. Así se le reveló su verdadero aspecto: pequeños, muy negros y totalmente cubierto de pelos. Con el olor a azufre los espantaba, y con el humo del tabaco los atraía y los encerraba en botellas de cristal que dejaba a la vista para que los demás escarmentaran. Estas botellas contenían tabaco, pimienta, vinagre, hierbas aromáticas, y las sellaba con cera de españa para que no pudieran escapar.

Los ataque se volvieron violentos de repente, y decidió mudarse a París. Se alojó desde 1813 a 1817 en el hotel Mazarin, con la esperanza de vivir en paz. Pero hasta allí lo siguieron las criaturas, que no lo dejaban dormir, le provocaban accidentes, y hasta le mordían las pantorrillas mientras buscaba refugio en los confesionarios de Notre-Dame. Trabajó en una oficina de loterías, y luego fue administrador de un hospicio.


La situación, si ya era complicada, empeoró más con una revelación pasmosa. Buscando solución a sus males, recurrió al profesor Pinel, un afable y reconocido médico de la Salpêtriére. Con horror descubrió que el propio Pinel se había transformado en un demonio representante de Belcebú. Se recluyó en su cuarto, pero Pinel entró en la habitación haciendo un agujero en la pared y mató a golpes a Coco, su fiel ardillita.

Pinel no era el único demonio encubierto. Desenmascaró entre otros a un mago parisino de nombre Moreau (embajador de Belcebú en la tierra); a Nicolás de Aviñón (médico tras el que se ocultaba Moloch,príncipe del país de las lágrimas), al boticario Prieur (avatar de Lilith, princesa de los súcubos); y a su propio hijo Ettiene (demonio mitad hombre mitad cerdo).


A esta altura había desarrollado nuevas técnicas defensivas, utilizando desde plantas antiduendes hasta corazones de bueyes, los que acribillaba con alfileres para torturar a los farfadets. En cierta ocasión realizó una fumigación a gran escala, con azufre seguramente, que obligó a los vecinos a llamar al departamento de bomberos. Posteriormente llegó a intercambiar correpondencia con los príncipes del inframundo, que no dudaban en reconocerlo como un digno adversario. Un día recibió carta de Rothomango, lugarteniente de Belcebú y segundo en la jerarquía infernal. El mismo le proponía que considerase pasar al bando de los demonios y terminar así con las hostilidades. Incluso llegó a recibir ofertas sexuales de mujeres y niñas, pero Berbiguier rechazó con dignidad todos los ofrecimientos. En su lugar se dedicó a escribir su libro, con el objeto de desenmascarar a todos los embajadores del infierno en la tierra, e instruir sobre la forma de combatirlos.


Consumido por la locura, vapuleado por la sociedad, despreciado por sus colegas, tomó una insólita determinación antes de su muerte: compró todos los volumenes que encontró de su obra y los destruyó. Por supuesto que algunos ejemplares sobrevivieron y son los que hoy se conocen. ¿Qué lo llevó a querer quemar sus escritos? ¿Se habría dado cuenta, en un rapto de lucidez, de las barbaridades dictadas por su enfermedad?

Sobre la fecha de su fallecimiento no hay acuerdo: algunos dicen que murió en 1834, soltero y en completa soledad. Otros mencionan 1851, a los 87 años, en Carpentras, su ciudad natal .


Su obra, una de las más malditas de la historia del ocultismo, sirvió de inspiración a las corrientes demonológicas que surgieron en Francia en el período 1821-1952 (considerada la era clásica). Los psiquiatras por otro lado lo toman como un valioso testimonio del funcionamiento de una mente psicótica. Y nosotros, amantes de la literatura y las cosas raras, nos sorprendemos con el fantástico universo creado por este lunático.


El libro es bastante difícil de conseguir y nunca se tradujo al español. Pero como el que busca siempre encuentra, aquí están los enlaces a los tres tomos en francés, gentileza de Google.

Volumen 1
Volumen 2
Volumen 3

(Los grabados que acompañan este artículo pertenecen al libro original)

1 comentario:

omar guevara dijo...

Te felicito, he buscado tanto estos libros, y no importa si es frances o aleman, muchas gracias, este tipo estaba loco , pero era un loco interesante, jaja, mil gracias